Puerto Rico pasa nuevamente por momentos que podríamos llamar de oportunidad y crecimiento para la música independiente local. Tiempos buenos como le dicen algunos, de expansión y de crecer… si, otra vez.
Se habla mucho de la manera tan "épica" y sacrificada que muchas de las bandas locales logran autogestionarse, palabrita de domingo para algunos y el pan nuestro de cada día para otros. La lucha por alcanzar el éxito y la fama, las noches de trabajo duro y dedicación de nuestros músicos, los cuales a veces poseen dos trabajos a tiempo parcial para bandearse en una carrera que pocas veces les deja para si quiera cubrir el costo de un set de cuerdas. La autogestión se nombra mucho en Puerto Rico, se manifiesta mucho en charlas en favor de las comunidades, en tallercitos de esos que te dicen cómo lograr lo que anhelas, de ser tan grande como quieras ser con tus manos y pies. Pero para el músico esto es diferente, para él no hay más que en pocas veces unos aplausos que duran poco.
Claro está, no a todas las bandas les va mal, podría nombrar un pequeño puñado de ellas que sobreviven. Algunas que sus arduas noches sin dormir les dan para cubrir sus gastos básicos la mayor parte del tiempo, que han llegado lejos y que varias veces al año tocan en uno que otro festival fuera de Puerto Rico donde son ovacionados para luego regresar a la isla a sus trabajos de meseros, vendedores de ropa o guardias de seguridad, por mencionar unos pocos. Y enfogona e incomoda, mucho, pues mientras tanto la isla da la bienvenida a talentos extranjeros que en nada se le comparan a muchos de los locales, con el solo interés de llenarle los bolsillos a aquellos que mantienen el bien conocido monopolio de los eventos en Puerto Rico, a nuestros músicos locales solo se les aplaude por compromiso de disque apoyar lo local y se les da una palmadita en la espalda alabándolos por autogestionarse.
Ante esta situación el sabor amargo es peor cuando se abren espacios que supuestamente se hacen para apoyarlos, en los cuales se alaba por ignorantes la santa gestión de los productores y promotores colegiados que todos sabemos muy bien en su mayoría, salvo algunas excepciones, cual es. La autogestión no cae de los árboles, no es algo que simplemente se dice vamos a hacer un día y ya está hecha. Los músicos independientes no solo tienen que cargar con la responsabilidad de hacer buen arte musical, también tienen que hacerse cargo de su mercadeo, promoción, relaciones públicas, arte gráfico, etc. etc.
Una buena banda que se autogestione, prácticamente tiene que ser una casa disquera andante. Y eso es lo que no se ve, taparse los ojos con la palabra es simplificar un enorme trabajo que va más allá de usar palabritas gringas como el D.I.Y. (“Do It Yourself”). La primera vez que mi mente entendió todo lo que hace un músico por salir adelante, como trabaja y deja el pellejo con la llamada autogestión lloré de rabia y no lo digo metafóricamente, me salieron las lágrimas y dije cómo hay gente que se atreve a tener el descaro de decirle a una banda local ven y toca en mi negocio para que te promociones o en el más atroz y aberrante de los casos “págame para que tengas la oportunidad de tocar”. No y mil veces no, no solo es una falta de respeto al artista, es una mofa hacia lo que representa y a todos los que lo siguen.
Muchos dirán que con las nuevas tecnologías, los bajos costos de equipos para grabación de audio y vídeo que antes no se podían ni soñar con adquirir a los músicos independientes se les facilita la cosa. La realidad es que es un sí y un no. El acceso a más y mejores equipos junto a una tecnología más amplia en el campo no siempre garantiza un uso adecuado. El músico más talentoso del mundo no está siempre versado en estos campos que le sirven para mercadear su producto, se autogestiona o trata de hacerlo con lo que escucha y cree que le puede servir. No siempre tiene éxito en el tercer o cuarto intento y líbrenme de decir en el primero. Gastos de tiempo y recursos le hace muchas veces retroceder, desanimarse y querer echar todo a la basura. No es que no puedan, simplemente no es su área, esta como pez fuera del área y esto es comprensible pues el arte por su naturaleza misma se resiste a veces a la rectitud sistemática que requieren otras áreas. Son decenas los casos que conozco de bandas con una calidad sorprendente que ya no están por que la presión fue demasiada, no solo el luchar por aprender áreas que son altamente especializadas sino también el enfrentarse a los tiburones de la industria y escena local que esperan a que se levante una para acercárseles con las peores intensiones posibles, haciéndoles mil promesas de boca y exigiéndoles compromisos de un solo lado en papel. Los desangran, los explotan, les tronchan oportunidades, les limitan libertades y al final, la llama de la creatividad queda relegada a cenizas sin importancia.
No nos hace falta crear más alabanzas a la autogestión, ya se hace y se ha hecho desde siempre, solo que la palabra de un tiempo para acá se escucha más bonita, casi folclórica y altruista el usarla. Lo que hace falta es más respeto al músico, respeto que debe expresarse en reconocer no su trabajo, ya el mismo se reconoce por sí solo, sino reconocer sus necesidades, los espacios que deben proveérsele más allá de solo para tocar, las capacitaciones que deben ponerse a su alcance para que esa autogestión sea efectiva. Hacer grupos de apoyo para promocionar sus eventos no hace falta, viene bien, pero eso ellos lo hacen de forma adecuada, hay otras prioridades. Tampoco el exponer su música a los cuatro vientos una vez que la han sangrado y sudado, eso vendrá después. Lo que hace falta como principio es darle las herramientas para empezar, hacerles la vida menos complicada y no digo fácil pues el crear arte nunca es fácil, se sufre y se pasa trabajo en el proceso, pero también el corazón se estremece de alegría cuando se pare una obra. Esta grita y se hace sentir, pero el antes es el que importa. Espacios y foros hay, el problema como dije no es la autogestión ni el interés en llevarla a cabo, eso lo hay también, es el que se cubran esas necesidades previas a la crisis, antes de las noches en vela, al sufrimiento de romperse la cabeza pensando cómo se logrará tal cosa, el desespero de no poder expresar su talento por falta de recursos. Esas necesidades que van más allá de aplaudir y decir buen trabajo. Con eso no basta, hay que dar el apoyo previo, la capacitación y no es la que nos dé la gana de dar, es la que ellos y ellas pidan de forma libre sin ataduras, sin restringirles su crecimiento, pues encerrarlos en un sistema que solo les brinda migajas y se vanagloria de ello es bajo, mezquino y no provee ninguna oportunidad real de autogestión.