La evolución del streaming digital para la escena musical independiente


El streaming musical ha revolucionado la industria del entretenimiento, pasando de ser una novedad técnica de nicho a la forma dominante de consumo de música a nivel mundial. La historia de esta transformación es un relato de innovación tecnológica, batallas legales por los derechos de autor y un cambio fundamental en la forma en que interactuamos con la música. Más allá de la bonanza de las horas de descargas y la expansión de adquisición descomunal, casi ilimitada, de música para los afortunados que tuvieron su compu con una -relativa- buena conexión a internet en su momento, esta innovación representó un adelanto de doble filo para ambos sectores: los músicos (artistas, agrupaciones, compositores, etc) y la industria musical (disqueras, productores, distribuidores, comercios, etc). Tal era la vorágine, que pasó a ser -para muchos- una de las adicciones favoritas dentro de la red.

Los orígenes del streaming se remontan a experimentos con la transmisión de sonido a través de líneas telefónicas y sistemas como Muzak en la década de 1920. Sin embargo, el catalizador real fue la llegada de Internet y la digitalización de la música a mediados de los años 90. En 1995, RealNetworks lanzó RealAudio 1.0, un formato de audio comprimido que, aunque de baja calidad para los estándares actuales, permitió por primera vez la transmisión continua de sonido por internet, haciendo posible las primeras estaciones de radio online.

Antes de la era digital masiva y del streaming, la industria musical se basaba en un modelo de propiedad física y control centralizado. El CD era el formato dominante y la compra de un álbum era la principal fuente de ingresos, lo que implicaba una cadena logística compleja de fabricación y distribución física a tiendas minoristas. Las "Tres Grandes" (Universal, Sony y Warner) ejercían un control casi absoluto, actuando como custodios de todo; firmar con una disquera importante era la única ruta realista hacia la distribución masiva y la financiación para grabar en estudios profesionales. El margen de beneficio por disco compacto (CD) vendido era alto, y los artistas tenían el potencial de generar ingresos sustanciales por ventas de álbumes siempre y cuando tuviesen éxito. Las grandes disqueras fungen como prestamistas y sus contratos envuelven, casi, una cadena perpetua si el desembolso del préstamo a los artistas contratados no rinde frutos. Como todo, haber estado firmado tenía sus ventajas dentro de la industria musical por medio de la exposición y sus conexiones, pero las ganancias nunca han estado garantizadas y usualmente había un gran margen de riesgo.

El punto de inflexión, y el período más tumultuoso, llegó con la explosión del formato MP3 y la aparición de plataformas de intercambio de archivos peer-to-peer (P2P). Napster, lanzado en 1999, democratizó instantáneamente el acceso a vastas bibliotecas de música digital. Millones de usuarios podían compartir sus colecciones de CD en línea de forma gratuita y, en cuestión de días o semanas, era posible descargar cientos de discos y discografías completas; una locura, pero de la buena. Esto no solo permitió a que mucha de la gente que tenía el presupuesto limitado, pudiese adquirir toda la música de sus artistas y géneros favoritos, sino que también muchos de los artistas independientes aprovecharon el hype para subir su propio contenido y beneficiarse de alguna manera; haciendo accesible su música para los curiosos que le daban pa' abajo a todo lo que se encontraran en su camino. Obviamente, con el pasar del tiempo, este modelo fue insostenible legalmente, y la industria discográfica, sintiendo la amenaza existencial, demandó a Napster hasta su cierre en 2001. La transición no fue inmediata, sino que pasó por una fase destructiva: la piratería de Napster y la descarga ilegal diezmaron las ventas de CD, provocando una década de declive financiero para la industria entre 2000 y 2010.

El streaming no solo detuvo la caída, sino que revirtió la tendencia al cambiar el modelo de propiedad por el de acceso (pago por uso). El vacío dejado por Napster creó una oportunidad en el mercado para alternativas legales y en el mismo año (2001), Rhapsody (Listen.com) introdujo el primer servicio de suscripción de música legal, ofreciendo acceso ilimitado a un catálogo por una tarifa mensual fija. Simultáneamente, Apple, con el lanzamiento de la iTunes Music Store en 2003, ofreció un modelo de venta de descargas individuales a $0.99, proporcionando una solución legal a beneficio de la industria, que a la vez era fácil de usar y conveniente para combatir eficazmente la piratería. Como toda solución tuvo sus simpatizantes y sus detractores y a pesar de estas incorporaciones, siempre apareció una manera alterna para descarga ilegal, aunque a una menor escala.

Poco después, la evolución continuó con la innovación en los modelos de negocio. Pandora Radio se lanzó en 2005, enfocándose en la personalización y la recomendación algorítmica. Pero fue Spotify, fundado en Suecia en 2006 y lanzado comercialmente en 2008, el que perfeccionó el modelo que define la industria actual: el freemium. Spotify ofrecía acceso gratuito con publicidad, incentivando a los usuarios a pagar por una experiencia sin interrupciones. Este modelo fue crucial para convertir a una generación acostumbrada a la música gratuita (piratería) en consumidores de pago y de alguna manera reactivó los grandes intereses de la industria musical a seguir e invertir en su modelo.

A medida que avanzaba la década de 2010, la infraestructura de banda ancha mejoró y los smartphones, además de multiplicarse, se volvieron omnipresentes y altamente indispensables como si fuera una extensión del cuerpo humano, eliminando las barreras técnicas existentes para el streaming en aquel momento. La transición de la propiedad (descargas y CDs) al acceso (suscripciones) se aceleró considerablemente y en 2015, los ingresos por streaming superaron a los ingresos por descargas digitales en los Estados Unidos, marcando un cambio histórico en la industria.

El modelo de suscripción mensual proporcionó un flujo de ingresos recurrente y predecible, y en 2017, el streaming se convirtió en la principal fuente de ingresos de la industria. Si bien la industria en su conjunto es ahora más rica y transparente gracias a los datos de consumo en tiempo real, la distribución de la riqueza es desigual, con regalías por reproducción mínimas que benefician desproporcionadamente a las discográficas y a los artistas en general; sin mencionar el impacto masivo en el movimiento de artistas independientes. El cambio más profundo se produjo en el equilibrio de poder y el número de participantes en el mercado. Las disqueras principales perdieron su monopolio sobre la distribución; su valor ahora reside en la inversión en marketing global y la negociación con plataformas para asegurar puestos en listas de reproducción influyentes (playlists). 

Por otro lado, la barrera de entrada a la industria musical ha desaparecido casi por completo. Un artista puede grabar un EP de calidad en casa con software asequible manteniendo una calidad de grabación aceptable a los estándares globales y luego subir su música a a plataformas como Spotify, Apple Music, YouTube Music o Amazon Music por una tarifa anual mínima a través de servicios de distribución digital. Esto ha provocado una explosión en el número de artistas que deciden lanzarse por su cuenta, obligando a las disqueras a competir con millones de creadores independientes que mantienen el control total de sus derechos de autor y su carrera. Lo que es igual nunca ha sido ventaja, pero dentro de esa perspectiva quedan muchos factores no medibles como lo es la reputación, las palas y el acceso a los contactos adecuados para poder moverse de manera segura y concreta en un mercado que, podemos comparar con un océano abierto lleno de tiburones.

Hoy en día, el impacto del streaming ha sido dual y el mercado está dominado por gigantes tecnológicos como los ya mencionados Spotify, Apple Music, YouTube Music, y Amazon Music. La competencia se centra en la calidad del audio (alta fidelidad, audio espacial/Dolby Atmos), el contenido exclusivo, las listas de reproducción curadas y la integración con ecosistemas de hardware. Estos servicios han puesto una balsa para la industria en general y ha representado una "salvación" financiera condicionada y a beneficio de las grandes empresas, quiénes han recuperado parte de los ingresos que perdieron durante la era de la piratería. Sin embargo, estas plataformas mantienen la letra pequeña a su favor dejando claro que el servicio no es por obra de caridad. La negociación parte con desventaja para los artistas musicales independientes pues el juego de las plataformas ha evolucionado a una industria donde es más fácil entrar, pero es exponencialmente más difícil destacar, traduciéndose a un desembolso adicional de dinero cuando muchas de las veces no lo hay. 

Un artista independiente necesita millones de reproducciones para generar ingresos significativos, lo que ha cambiado el enfoque de la creación musical hacia canciones más cortas, genéricas, casi desechables y con menos esencia, enfocadas en listas de reproducción y segmentos virales para las redes sociales. El streaming ha transformado el consumo de música en una experiencia de "todo lo que puedas escuchar" instantáneamente y por moda, pero la economía subyacente sigue siendo un punto de debate constante en la comunidad creativa. Es una realidad que cada vez es más complicado el ganarse la vida como músico y muchas veces, lamentablemente, queda conformarse solo con las regalías -notoriamente bajas- por reproducción basados en algoritmos; si es que el artista se reforzó legalmente bien para ello.

Ahora bien, a pesar de que hoy día artistas ya no necesitan, obligatoriamente, un gran sello discográfico para distribuir su música globalmente, existen otras plataformas y distribuidores digitales permiten a los músicos independientes subir su música y llegar a audiencias mundiales. Cada plataforma ofrece un catálogo similar, pero con diferencias claves en calidad de audio, funciones y modelos de pago. Quizás la opción más certera sería adentrarse en todas teniendo como base un punto fijo, ya sea desde la propia web o la red social de la preferencia del artista -que éste es otro tema extenso- que, aunque conlleve un arduo trabajo setearlo inicialmente, es parte del proceso.

Adicionalmente a las plataformas mencionadas, podemos destacar el rol de otras plataformas que también han sido bastante populares a través de los años como lo son Tidal, Soundcloud, Bandcamp, BoomplayDeezer, CD Baby, TuneCoreHearnow, Beatport, entre muchos otros. Pero, ¿cómo sabemos realmente cuál plataforma es más beneficiosa para nuestro proyecto? Vamos a tratar de desmenuzar las plataformas existentes, comenzando con las principales:

Plataforma Lo buenoLo maloRegalía Promedio Estimada por Reproducción ($)
1. SpotifyLíder del mercado (236M+ suscriptores), mayor alcance global y excelentes herramientas de análisis (Spotify for Artists).Pagan una de las tarifas por stream más bajas de la industria.$0.003 - $0.005
2. Apple MusicOfrece de las tarifas por stream más altas, excelente calidad de sonido (Lossless/Dolby Atmos) incluida.Solo es por suscripción limitando la audiencia (no freemium), tiene menor alcance total que Spotify.$0.01
3. Amazon MusicGran base de usuarios vinculados a Prime y dispositivos Echo; buena calidad de audio en niveles superiores.El pago varía mucho según el nivel de servicio (Prime/Unlimited).$0.004
4. YouTube MusicAcceso al vasto alcance de YouTube, monetiza tanto el audio como los videos musicales oficiales.El pago por stream es generalmente bajo, especialmente de usuarios gratuitos.$0.002
5. TIDALConocido por pagar regalías más altas y ofrecer audio Hi-Fi.Menor base de usuarios que los 3 grandes; nicho de mercado.$0.013
6. DeezerFuerte presencia en Europa y herramientas útiles para artistas (Deezer Backstage).Base de usuarios más pequeña y pago por stream relativamente bajo.$0.0011
7. PandoraPopular en EE.UU. como servicio de radio personalizado.Modelo de radio limita el control del oyente; pago por stream muy bajo.$0.0013
8. QobuzMáxima calidad de audio (Hi-Res) y enfoque en audiófilos.Plataforma de nicho muy pequeña con alcance limitado.$0.0187
9. SoundCloudEsencial para música underground/electrónica; permite subir música directamente y construir una comunidad.Pagos históricamente bajos, aunque ha mejorado con modelos directos al artista.Variable, generalmente bajo.
10. BandcampPermite venta directa a fans (música y merchandising); el artista se queda con la mayoría de las ganancias.Es una plataforma de streaming pasiva; requiere que los fans busquen activamente y compren. No hay opción de sugerencia.Regalía basada en precio de venta, no por stream.
11. DistroKidPopular por su modelo de tarifa plana anual que permite subidas ilimitadas, ideal para artistas prolíficosEl soporte puede ser lento/malo100% de las regalías (menos impuestos y comisiones bancarias)
12. TuneCoreReconocido por permitir a los artistas quedarse con el 100% de las regalíasCobran tarifas anuales por lanzamiento. Costoso si se lanzan muchos sencillos/álbumes100% de regalías
13. CD BabyTarifa única de por vida (no anual)Cobra una comisión del 9% sobre las regalíasPor comisión
14. AmuseNivel gratuito disponibleLa versión gratuita tiene tiempos de carga más lentos y funciones limitadas100% para suscriptores pagos (Boost y Pro). 85% para usuarios del plan gratuito.
15.ReverbNationUtilizado por artistas emergentes durante años.Servicio de distribución es flojo frente a competidores dedicados100% de las regalías para miembros Premium (con un límite de lanzamientos). 70% de los ingresos netos de Publishing (regalías mecánicas y de ejecución).


Para los músicos independientes, definitivamente, la estrategia más exitosa para seleccionar la plataforma de streaming digital dista mucho de ser una elección única, sino que se basa en un enfoque global que maximice la visibilidad de la propuesta musical en todas las plataformas posibles y fomente la conexión directa con su público. El objetivo principal debe ser el es estar presente dondequiera que su potencial audiencia decida escuchar música.
La primera clave es la distribución universal. Un artista debe utilizar un servicio de distribución digital de amplio alcance que actúe como un conducto para enviar la música a las docenas de plataformas de consumo globales. Este enfoque garantiza que ninguna oportunidad de escucha se pierda, independientemente de las preferencias del oyente. En cambio, la estrategia de marketing no puede ser tan difusa como la distribución. El éxito radica en priorizar las plataformas que ofrecen las mejores herramientas de promoción y análisis y enfocar los esfuerzos hacia una audiencia ya definida; dedícate a conocer y entender a tus fans, es bien importante. El descubrimiento de música en la era moderna ya no comienza en las plataformas de streaming, sino en las redes sociales. 
Para finalizar, no hay una fórmula escrita en piedra sobre que estrategia o plataforma te va a funcionar mejor. El éxito, en general, requiere un monitoreo y análisis constante seguido por una acción. El salir de la zona de confort entrelazando contenido original de promoción en las redes sociales con el concepto del lanzamiento de cada propuesta en las plataformas de streaming podría ser decisivo. El optimizar tus estrategias de forma seguida ayuda en la captura de la atención; al fin de cuentas, competimos con muchas variantes y saber reinventarnos siempre nos trae un aire fresco a la imagen de nuestra marca. Sean creativos sin perder la mira en lo que en un principio los trajo hasta esta industria, si sientes que es demasiada carga, enfócate en lo que verdaderamente importa (tu música), aprenda a delegar y busca ayuda de un profesional.